Redacción

Ciudad de México.- Hasta hace unos años, cursar un posgrado era sinónimo de estabilidad profesional. Hoy, esa garantía se ha transformado. Los avances tecnológicos y los cambios en el mercado laboral han generado un entorno en el que la actualización constante ya no es una opción, sino una necesidad. La educación, particularmente a nivel de posgrado, enfrenta el reto de preparar a profesionales capaces de adaptarse, aprender y aplicar nuevos conocimientos de manera continua.

De acuerdo con el World Economic Forum (2025), el 39 % de las habilidades laborales se transformará hacia 2030. La automatización, la inteligencia artificial y la digitalización están redefiniendo las profesiones tradicionales y generando empleos que demandan pensamiento crítico, adaptabilidad y aprendizaje permanente. El mismo informe advierte que el 63 % de los empleadores considera la falta de competencias como el principal obstáculo para el crecimiento de las empresas, además de estimar que 92 millones de roles serán desplazados, mientras que 78 millones de nuevos empleos requerirán perfiles con formación continua.

Esta tendencia se confirma en el McKinsey Global Survey on the State of AI (2025), que reporta que el 78 % de las organizaciones ya utiliza inteligencia artificial en alguna de sus funciones empresariales —una cifra que crece año con año—. A su vez, el McKinsey Global Institute: 2024 in Charts señala que la adopción acelerada de tecnologías digitales está modificando la estructura del empleo a nivel mundial.

En este escenario, contar con un título de posgrado ya no es suficiente. La empleabilidad real depende de la capacidad de aplicar el conocimiento en contextos laborales cambiantes y de continuar aprendiendo a lo largo de toda la vida profesional. Por ello, los programas que integran formación académica con práctica profesional están ganando relevancia: permiten que los estudiantes pongan en acción lo aprendido desde el primer 

día, fortaleciendo sus habilidades y aumentando su competitividad ante oportunidades de ascenso, reconversión profesional o emprendimiento.

Estos programas responden a una necesidad clara: los profesionistas buscan crecer sin detener su trayectoria. Metodologías basadas en proyectos, estudios de caso y retos empresariales reales transforman el aula en un espacio de aplicación inmediata del conocimiento. A corto plazo, esta formación se traduce en mejor desempeño; a mediano, en perfiles más competitivos; y a largo plazo, en liderazgos sostenibles y empleabilidad duradera frente a un entorno global en constante cambio.

En México, universidades como Tecmilenio han comenzado a rediseñar su oferta de posgrados para colocar la empleabilidad en el centro de su modelo educativo. Sus programas integran la flexibilidad que exige la vida profesional con la profundidad académica necesaria para avanzar en cualquier sector, bajo el principio de aprender, trabajar y crecer de manera simultánea.

“Formamos líderes que no sólo entienden los retos del mundo laboral, sino que están listos para resolverlos desde el primer día de clases”, explica María Eugenia Castillo, directora nacional de Posgrados Tecmilenio.

 “Un posgrado con enfoque en empleabilidad real debe ser una experiencia que fortalezca las competencias y permita a los estudiantes aportar valor desde su entorno profesional.”

En una época de cambio acelerado, los posgrados integrados al trabajo representan un modelo de aprendizaje que evoluciona al mismo ritmo que las necesidades del mundo laboral: una educación que impulsa el crecimiento profesional sin desconectarse de la realidad del trabajo.

Por Editor